Del opio a la morfina
Q.F. Ximena Lyng Rojas
Laboratorios Saval
El opio, jugo extraído de las cápsulas de la adormidera (Papaver somniferum), se obtiene por una incisión poco profunda en la cápsula, tras lo cual aparece el jugo también llamado látex. Cada cápsula entrega entre 10 y 100 mg de opio, sustancia que contiene más de 20 alcaloides activos: morfina (9-17% del total), codeína (0,5-4%), noscapina (2-9%), y en menor cantidad papaverina y tebaína.
Desde tiempos muy antiguos se conoce la adormidera, una planta nativa del sur y del este mediterráneo con evidencia de su uso datada hacia finales de la edad de piedra tanto en las cercanías de los ríos Rin, Ródano, Po y Danubio y lago Bracciano en Italia, como en lo que actualmente es Alemania con fecha estimada en los sitios arqueológicos de 5700 a. C. También en Granada, en la llamada cueva de los murciélagos, se encontraron cápsulas de esta planta que datan del año 4200 a. C., lo que evidencia que en la península ibérica pudo haber sido domesticada.
Para el 3400 a. C., los sumerios en Mesopotamia llamaban “Gil” (felicidad) al opio y “Hul Gil” (planta de la alegría) a la adormidera. El conocimiento de su cultivo fue traspasado a los asirios, los babilonios y finalmente a los egipcios quienes la llamaron “opium thebacium”, en honor a la ciudad de Tebas. Alejandro Magno introdujo el opio en Persia y la India. Hipócrates en Grecia desechó la idea de que el opio era mágico, en cambio lo definió como analgésico y antihemorrágico.
Durante la Edad Media el opio fue prohibido en Europa, sin embargo, el gran desarrollo de la navegación lo reintrodujo a fines del siglo XV y comienzos del XVI. Se cree que los navegantes portugueses fueron los primeros en fumar el opio en el siglo XV.
El Imperio Británico lo utilizó como moneda de cambio en la importación de té durante el siglo XVIII, provocando un gran aumento de su consumo en la población china. Las guerras del opio fueron dos conflictos bélicos que ocurrieron en el siglo XIX entre los imperios chino y británico. La primera entre 1839 y 1842 y la segunda, en la que Francia se implicó con los británicos, entre 1856 y 1860. En la raíz de estos conflictos estaban los intereses comerciales creados por el contrabando británico de opio en la India y China, y los esfuerzos del gobierno chino por imponer sus leyes para regular este comercio. La derrota china los forzó a tolerar las condiciones en que se transaba el opio y a firmar los llamados Tratados Desiguales, que permitieron la apertura al comercio exterior de varios puertos para los británicos.
Paracelso, famoso alquimista, médico y astrólogo suizo, una de las figuras más contradictorias de la historia de la medicina y autor de la célebre frase “dosis sola facit venenum”, es decir, solo la dosis hace al veneno, fue el primero en preparar el láudano, mezcla alcohólica en base opio a la que él describía como un analgésico extremadamente potente, razón por la que debía usarse con moderación. Desde su debut y hasta el siglo XIX, el láudano creció en popularidad y su consumo se multiplicó enormemente; se lo indicaba para tratar una variedad de enfermedades tales como diarrea, tos y dolor de la dentición en niños; además, por su bajo costo y libre circulación, llegó incluso a beberse sustituyendo a la ginebra en las altas clases sociales. Las más prestigiosas mezclas de opio y alcohol fueron las comercializadas por el famoso clínico Thomas Sydenham y por el abate Rousseau. El láudano de Sydenham contenía 1 libra de vino de Málaga, 2 onzas de opio, 1 onza de azafrán y 1 dracma de canela y clavo; la del abate Rousseau incluía alcohol al 60% y levadura de cerveza.
Con el tiempo se fue tomando conciencia de la adicción que podía producir el opio, lo que despertó interés en algunos científicos de la época. Entre ellos, el químico y farmacéutico alemán Friedrich Wilhelm Sertürner (1783-1841) quien, tratando de conocer más acerca del opio preparó un extracto con características ácidas, al que denominó ácido mecónico (del griego mekon: adormidera). Cuando administraba su preparado a perros no se observaba efecto alguno. Sin embargo, la alcalinización del sobrenadante por medio de amoníaco produjo un precipitado cristalino que al ser inyectado tornaba a los perros somnolientos. A este precipitado lo denominó “principium somniferum”. En 1805, Sertürner publicó sus experimentos en la revista Journal der Pharmacie. Un año más tarde, publicó detalles acerca del aislamiento del “principium somniferum” en una revista de baja circulación, por lo sus hallazgos pasaron desapercibidos a pesar de su trascendencia.
Años después, Sertürner publicó en la misma revista trabajos en los que confirmaba que el principio narcótico del opio “principium somniferum” era una sustancia alcalina, ya que formaba sales con los ácidos. Investigaciones posteriores confirmaron que la sustancia contenía carbono, hidrógeno, oxígeno y posiblemente nitrógeno. Estos trabajos se publicaron en Annalen der Physik, revista de mayor prestigio. El “principium somniferum” comenzó a denominarse “morphium” y su pureza se determinaba mediante la capacidad para reaccionar con ácidos y formar sales cristalizables. Los trabajos de Sertürner comenzaron a ser conocidos por muchos científicos, entre ellos Joseph Gay-Lussac, considerado padre de la química francesa. Finalmente, todos estos hallazgos fueron publicados en la principal revista química europea de la época, Annales de Chimie, fundada por Lavoissier en el año 1789, de la que Gay-Lussac era su director.
El “morphium” pasó a denominarse morfina, siguiendo la propuesta de Gay-Lussac para estandarizar los nombres de los productos extraídos de plantas que mostrasen propiedades alcalinas, usando el sufijo ina.
Un estudio realizado en la Ecole Supériere de Pharmacie observó diferencias entre las sales preparadas por Sertürner y otro investigador, Derósne. Al compuesto obtenido siguiendo el procedimiento de Derósne, se le llamó narcotina a pesar de que no tenía actividad narcótica, pero si la actividad supresora de la tos de la morfina. Este preparado se comercializó posteriormente con el nombre de Noscapina.
Por largo tiempo la morfina extraída estaba contaminada por narcotina, hasta que William Gregory, profesor de química en la universidad de Edimburgo, perfeccionó la técnica logrando obtener en 1831 una morfina de notable pureza. Su estructura química se dilucidó en 1923 con los trabajos de J. Masson Gulland y Robert Robinson, en la universidad de St. Andrews. Más tarde, Marshall Gates y Gilg Tschudi, en la universidad de Rochester, sintetizaron íntegramente la morfina en el año 1950. La síntesis solo tiene interés académico, ya que, dada su complejidad continúa siendo mucho más rentable obtenerla a partir del opio.
La morfina fue comercializada en 1827 por la compañía E. Merck (Darmstadt, Alemania), aunque su uso comenzó a difundirse ampliamente a mitad del siglo XIX, cuando Charles Gabriel Pravaz y Alexander Wood inventaron y perfeccionaron el uso de la jeringa y la aguja hipodérmica. Aunque estos avances médicos permitieron aliviar dolores como nunca en la historia, pronto surgió un grave problema de adicción, existiendo famosos morfinómanos entre artistas e intelectuales como Guy de Maupassant, Nietzche, Edith Piaf y Lord Byron quien acudió a ella luego de su fracaso matrimonial, Shelly para sus cefaleas, Lamb para los resfriados, Crabbe por padecer vértigo y Keats solo por diversión. Durante la Guerra de Secesión Americana (1861-1865), se proporcionó a los soldados una jeringa hipodérmica y una dotación de morfina para administración parenteral, que podía auto administrarse como analgésico en casos de heridas graves. Al final del conflicto, tuvo que enfrentarse a una nueva epidemia, conocida entonces como la "enfermedad del soldado”.
Hoy la morfina sigue siendo un analgésico ampliamente usado, aunque ensombrecido recientemente por un vergonzoso capítulo en lo que se ha denominado en USA “la crisis de los opioides”, Pero eso es para otro capítulo. En cuanto a Sertürner, en 1831 recibió el premio Monthyon de la Academia de las Ciencias en París por haber establecido la naturaleza alcalina de la morfina.
Bibliografía:
1.- Hodgson, Barbara, Soler, Martí, tr. Opio, Un retrato del demonio celestial Ediciones Turner, S.A., Madrid., 2004 ISBN 10: 8475066895ISBN 13: 9788475066899
2.- Barnes J, Anderson LA, Philipson JD. Plantas medicinales. Barcelona: Pharma editores, 2005.