Henry Wellcome: inventor, empresario y explorador
Q.F. Luis Alberto Lindermeyer
Product Manager de Extensión y Difusión Científica en Laboratorios Saval S.A.
Master of Business Administration
Entre mediados del siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial, la naturaleza de la práctica médica cambió más allá de lo creeríamos hoy en día.
Gran parte de esto sucedió gracias a los avances de la industria farmacéutica. Estos avances incluyeron la formulación y producción masiva de comprimidos y cápsulas, tratamientos científicos y vacunas, la estandarización de dosis, el establecimiento de laboratorios para la investigación de medicamentos, sistemas mundiales de fabricación y distribución, marketing directo a médicos y el predominio de un pequeño número de empresas enormemente rentables que coordinaban toda esta actividad.
Un hombre estuvo involucrado en todos estos avances y fue el motor principal de muchos de ellos. Henry Solomon Wellcome nació en 1853, hijo de una granjera y un predicador de un pequeño pueblo de Minnesota. De niño ayudó a un tío que dirigía una farmacia y que realizaba cirugías menores. Al final de su adolescencia se mudó a Chicago y luego a Filadelfia para formarse como farmacéutico.
Tuvo un interés temprano en la medicina, particularmente en el marketing orientado a productos que les sirvieran a los médicos. Su primer producto, desarrollado a la edad de 16 años, fue una tinta invisible (de hecho, era solo jugo de limón).
Luego de algunos años como exitoso vendedor, aceptó una invitación para ir a Londres y formar una empresa con un ambicioso colega estadounidense, Silas Burroughs. Wellcome llegó a Londres con 2.000 libras de capital y demostró ser un genio emprendedor, con un ojo perfeccionista para el diseño, las marcas y las oportunidades de marketing (inventó las muestras médicas gratuitas, además del marketing directo a través de la visita médica), sin mencionar su habilidad financiera.
La sociedad comercial estuvo llena de conflictos, pero luego de la prematura muerte de Burroughs en 1895, Wellcome tomó el liderazgo y continuó introduciendo innumerables productos nuevos y construyendo fábricas, laboratorios e institutos de investigación en todo el mundo, lo que le reportó una inmensa riqueza.
Las innovaciones médicas atribuibles a sus empresas incluyeron antitoxinas para el tétanos, la difteria y la gangrena gaseosa, el descubrimiento de la histamina y la estandarización de la insulina.
Se convirtió en caballero del Reino Unido, miembro de la Royal Society y un generoso filántropo. A su muerte en 1936, Wellcome legó todas las acciones de su empresa a un fideicomiso para la investigación médica, Wellcome Trust. En la década de 1980, las ventas anuales de la empresa superaban los 500 millones de libras y las ganancias iban todas al Trust. En la década de 1990, Wellcome Trust vendió todas sus acciones a su antiguo rival Glaxo, y las reemplazó con activos que actualmente superan los 21.000 millones de libras esterlinas.
Cada año, Wellcome Trust dona más dinero a científicos y centros de investigación que lo que otorga el gobierno británico a través de su Medical Research Council, actualmente es la segunda fundación privada que más dona recursos para investigación biomédica en el mundo.
Su época de explorador
Wellcome parece haber poseído una energía y una curiosidad casi sobrenaturales. Combinó su interés por la medicina tropical con la pasión por la exploración y luego, con la arqueología.
En su primera expedición a los veinte años, caminó por las selvas de Ecuador en busca de corteza de quina para la producción de quinina como antipalúdico. Se aseguró de que su empresa dominara el mercado de botiquines portátiles suministrándolos a otros exploradores y viajeros, incluidos Lindbergh, Stanley, Scott y Shackleton.
Al visitar Sudán a pedido de Lord Kitchener en 1910 para ayudar en un proyecto de bienestar, inició una de las excavaciones arqueológicas más grandes de su tiempo en Jebel Moya, entre los Nilos Blanco y Azul, donde por cierto introdujo la fotografía aérea por primera vez. Las excavaciones demostraron ser un fracaso relativo, ya que el sitio resultó no ser excepcional en términos de importancia histórica, pero proporcionó empleo local durante casi treinta años, así como una gran cantidad de artefactos para su colección personal de objetos históricos, científicos y médicos.
En Sudán instaló un laboratorio para investigar enfermedades tropicales como la malaria y la leishmaniasis, lo que le reportó la fama de ser un especialista a nivel mundial en el área, además de varios productos que se usan hasta el día de hoy.
Como coleccionista el entusiasmo de Wellcome fue ilimitado. Comenzó a una edad bastante temprana a guardar diversos artículos. A medida que ganó riqueza, su interés se extendió gradualmente a botiquines, manuscritos y libros antiguos, jarrones decorativos, piezas de arte y escultura, alfombras y recuerdos navales, y otras curiosidades para adornar su casa en Londres. A partir de ese momento, su obsesión por el coleccionismo se convirtió en una empresa que igualaba a la farmacéutica. Comenzó a acumular elementos de interés médico, veterinario, científico, antropológico y arqueológico a escala industrial. En algunos años su gasto en adquisiciones fue mayor que el del Museo Británico, y el tamaño total de su posesiones era muchas veces mayor que las del Louvre.
Se necesitaron cuarenta años para desechar o vender muchas de sus posesiones, distribuir otras a lugares como el Museo de Ciencias y retener solo lo más valioso e importante en la Wellcome Collection en Londres, donde permanecen actualmente.
El lado escandaloso de Wellcome
Si la obsesión de Wellcome como coleccionista hace que uno se pregunte por su personalidad, no es la única razón para hacerlo. Su breve matrimonio y sus secuelas fueron un escándalo de la época.
Siendo soltero hasta los 47 años, se casó inesperadamente con Syrie Barnardo, unos 26 años más joven que él e hija de un famoso filántropo. Tuvieron un hijo al que llamaron Mounteney, quien más tarde resultó tener una leve discapacidad de aprendizaje y, por lo tanto, no pudo cumplir la esperanza de Wellcome de tener un sucesor empresarial.
Syrie no compartía el gusto de su marido por la exploración y detestaba activamente su colección de "curiosidades". En una visita conjunta a Ecuador en 1909, Wellcome se convenció de que estaba teniendo una aventura con un financiero estadounidense e insistió en la separación. Estuviera o no justificada su acusación, Syrie tuvo aventuras una vez que regresó a Londres, la más conocida fue con el escritor W. Somerset Maugham, con quien tuvo una hija.
Wellcome insistió en el divorcio y Syrie se casó con Maugham, aunque ese matrimonio también terminó desastrosamente ya que Maugham era homosexual. Muchos años después, Maugham presentó un caso judicial alegando que Wellcome había engendrado a su hija, pero perdió.
Syrie se convirtió en una diseñadora de interiores de gran renombre, pero el escándalo se prolongó durante décadas, incluidas algunas memorias venenosas y contramemoria de Maugham y su círculo que continuaron después de su muerte en 1955.
Una personalidad peculiar
Cualquiera que sea la verdad de estos asuntos, está claro que Wellcome no era un hombre fácil.
Sir Henry Dale, un protegido de Wellcome que ganó un Premio Nobel por su investigación sobre los neurotransmisores, describió a su antiguo empleador como “curiosamente solo”.
Una biografía oficial encargada en 1939 a un hombre llamado AWJ Haggis, que también conocía a Wellcome, nunca se publicó, aunque se ha puesto a disposición de sus biógrafos y en ocasiones es citada por ellos. Describe a Wellcome como un ser despiadado y ambicioso.
Esto parece un juicio severo para un hombre que logró tanto. Sin embargo, confirma algo que podríamos adivinar intuitivamente sobre Henry Wellcome. Sus extravagantes descubrimientos, invenciones, riquezas y objetos materiales pueden haber sido un intento de reemplazar externamente todas las cosas que sentía que le faltaban en su mundo interno. Esto no disminuye sus logros, pero puede ayudarnos a comprenderlos mejor.
Bibliografía:
1.- Worthen D, Henry Solomon Wellcome 1853–1936: World citizen. J Am Pharm Assoc (2003). 2007;47(4):532-535.
2.- Launer J., Henry Wellcome: the man who made medicine. Postgrad Med J. 2017 Aug;93(1102):507-50.
3.- Adeel A., Henry Solomon Wellcome: A philanthropist and a pioneer sponsor of medical research in the Sudan. Sudan J. Pediatr. 2013;13(2):84-102.
4.- Wenyon C. M., Henry Solomon Wellcome. 1853-1936. Obituary Notices of Fellows of the Royal Society Vol. 2, No. 6 (Jan., 1938), pp. 229-238.