Química y Farmacia

N° 1
Julio 2021

Alcoholes que curaban

Q.F. Ximena Lyng Rojas
Químico Farmacéutico de la Universidad de Valparaíso - Director de Relaciones Médicas de Laboratorios Saval


CH3-CH2-OH, etanol, alcohol etílico, líquido incoloro, inflamable, miscible en agua en cualquier proporción, solvente versátil usado en muchas industrias, incluida la farmacéutica. Así recordamos posiblemente de nuestras primeras clases de química, la descripción de este noble líquido que hoy presenta un récord de ventas gracias a su gran poder desinfectante.

Su uso terapéutico es probablemente tan antiguo como el alcohol mismo, y es común a muchas culturas, épocas y lugares del mundo. Dentro de los antecedentes históricos de su consumo, encontramos diversos registros como los vasos de barro descubiertos en el norte de China, que datan de 7000 a 6000 a.C. Estas vasijas contenían una mezcla de vino de arroz endulzado con miel y uvas, siendo para esta cultura los remedios herbarios a base de alcohol útiles para el "calentamiento" y la "vitalización" de la sangre. 

Desde el Egipto faraónico, el conocido papiro de Ebers describe por ejemplo una bebida narcótica, alucinógena y afrodisiaca, que se preparaba con flores o rizoma de Nynphaea (nenúfar), maceradas en cerveza o vino, este último, calificado como brebaje renovador, reservado para las clases más acaudaladas.

En la Grecia clásica, el vino se consideraba agente terapéutico para el cuerpo y la mente, se prescribía ampliamente para males como "aire", mal aliento, para curar heridas o para “laxar los intestinos”. Hipócrates y Galeno sabían de los efectos positivos y negativos del consumo de alcohol.  Para Hipócrates el vino era medicina útil en muchos trastornos, excepto los que implicaban "una pesadumbre abrumadora del cerebro”. Galeno consideraba el alcohol inapropiado para los niños, pero eficaz en los ancianos.

Al Imperio Romano llega el uso del vino influido por las tradiciones griega y etrusca. Los romanos lo usaron también con fines terapéuticos. Sin embargo, la época se distinguió por el aumento compulsivo de su consumo, y tal vez por primera vez en la historia, se convirtió en un pasatiempo popular.

Ramón Llull y Johannes Rupescissa, con su célebre tratado “Libro de la Quintaesencia”, aportan durante la baja edad media una revolución en la preparación de medicamentos gracias a la extracción alcohólica. La quintaesencia es el espíritu, un agente de transformación, que permitía obtener medicamentos y "curar" los metales innobles transformándolos en oro y plata. Para Llull y Rupescissa, la quintaesencia era el alcohol, que servía para extraer los principios aromáticos de las plantas. Los textos sobre quintaesencias son una inflexión en el camino que convirtió la alquimia en farmacia. 

El también histórico Libro de los vinos (Liber de vinis, o simplemente De vinis), una selección de recetas de vinos medicinales del siglo XIV nos entrega información de lo extenso del uso médico del vino.  El origen del texto se remontaría a un manuscrito latino del maestro Silvestre, escrito entre los años 1322-1328 d.c., aunque muchas veces ha sido atribuido a Arnau de Vilanova, un prestigioso médico galenista de la Universidad de Montpellier entre finales del siglo XIII y principios del XIV. La mayoría de las recetas del De vinis indican cómo elaborar un vino terapéutico a partir de plantas medicinales o especias. Estos vinos aromatizados se utilizaron por sus supuestas propiedades para curar enfermedades o conservar la salud. El De vinis describe también la técnica de destilación del vino que, aunque más antigua, se fue perfeccionando, permitiendo producir alcohol y aguardientes de todo tipo y de cada vez mayor pureza.

Hasta gran parte del Renacimiento y la Ilustración persistió la creencia en las propiedades restauradoras y medicinales de la cerveza y el vino, prescribiéndose en los hospitales de Londres hasta el siglo XVIII. 

Cuando  se hace popular  en  Inglaterra  el  Ginebra, licor de  característico sabor a nebrinas,  fruto del enebro, considerado tónico ideal para el tratamiento de los males del estómago, la gota, los cálculos biliares, los riñones, el hígado y el corazón, su consumo se  generalizó a tal punto  que provocó  una crisis de salud pública,  dando origen a una serie de iniciativas políticas como la petición en 1726 por el Royal College of Physicians, el Acta sobre la Ginebra de 1736, una tributación exigente y mayor uso de fuerzas policiales, todo para calmar la "locura de la ginebra".

Otro famoso licor, la absenta o "hada verde" causó furor en la sociedad artística parisina del siglo XIX, con destacados adeptos como Baudelaire, Verlaine y Rimbaud.  El ajenjo, el más característico de sus componentes conferían sus supuestos efectos, el alivio de la indigestión, de los parásitos intestinales, del reumatismo, y de los dolores del parto. A pesar de su popularidad, la absenta fue prohibida en toda Europa por causar "absentismo", un síndrome caracterizado por temblores, convulsiones y alucinaciones.

Los daños por consumo indiscriminado del alcohol provocaron finalmente el movimiento antialcohólico (movimiento por la templanza) fundado en 1808 en Estados Unidos, seguido por Inglaterra, Suecia, y Nueva Zelandia. Conforme aumentó el conocimiento médico a finales del Siglo XIX, el alcohol dejó de ser popular para aplicaciones clínicas, dividiendo la opinión entre los médicos en los primeros años del Siglo XX.  Continuó así ocasionalmente su uso cuando no existía otra opción terapéutica, pero también fue creciendo la   investigación científica que revelaba los efectos secundarios de su consumo excesivo hasta llegar a emitirse alertas para su prohibición total que fueron acogidas en varios países, tales como Rusia (1916-1917), Noruega (1919-1927), Finlandia (1919-1932), y Estados Unidos (1920-1933).

¿Cómo interpretaremos la actual y extensa evidencia biomédica que habla de las   propiedades cardioprotectoras del consumo moderado de vino, de su aporte en polifenoles o antioxidantes, y tanto más?… el debate continúa.

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